"NO EXISTEN DÍAS GRISES SI HAY LUZ EN TU CORAZÓN"

domingo, 11 de septiembre de 2016

CONVERSACIONES EN UN TREN

Siempre he pensado que es curioso cómo funciona nuestra mente y en la manera en cómo almacenamos en nuestro recuerdo acontecimientos que, a priori pudieran no parecer importantes, pero que marcan en cierta manera nuestras  vidas.

Hoy quisiera hablaros de una pequeña historia que me sucedió hace unos años, pero que aflora en ocasiones a mi memoria, recordándome que el verdadero aprendizaje se encuentra donde menos te lo esperas.

Hace algún tiempo, asistí a un curso sobre filosofía budista y meditación que duraba varios meses, y al cual tenía que desplazarme una vez a la semana en tren durante más de una hora.
El primer día de clase hicimos las presentaciones de todos los participantes y me senté al lado de un señor que, por lo que explicó, ya estaba jubilado y asistía a ese curso a pesar de ya poseer amplios conocimientos en el tema, porque nunca está de más aprender según él.

La clase prosiguió sin más y cuando ya nos despedíamos hasta la próxima semana, empezamos a entablar una conversación.
Curiosamente ambos teníamos el mismo trayecto de vuelta (aunque él aún vivía más lejos), por lo que nos propusimos regresar juntos y seguir hablando.

La verdad es que mi intención era la de volver leyendo un buen libro o, si me entraba el sueño, relajarme mirando por la ventanilla del tren y dejarme llevar si mis ojos se cerraban.
Pero no supe decirle que no puesto que ambos llevábamos el mismo rumbo, y francamente su conversación me parecía muy interesante.
Ya en el tren, y puesto que sus conocimientos de la filosofía budista superaba en mucho a los míos, se ofreció, si yo así lo deseaba, a hablarme durante el trayecto de todo aquello que yo quisiera saber y él pudiese explicarme. Y así lo hicimos.


Conforme fueron pasando las semanas entablamos una amistad más profunda. Creo que en el fondo, yo esperaba más nuestras conversaciones a la salida del curso, que el propio curso en sí.
Cuando ya llevábamos varios meses me explicó, que después de mucho meditar a lo largo de su vida, había llegado a la conclusión de que lo que le quedaba de ella deseaba pasarlo dentro de una comunidad budista, y así lo había estado preparando durante los últimos años.
Había vendido su casa (pues no tenía familia), regalado sus pertenencias, y estaba ultimando los detalles para dejarlo todo atrás y comenzar un nuevo camino, para el cual le había costado años tomar la decisión.

En su rostro se reflejaba convicción, aunque a la vez ese temor a lo desconocido que todos experimentamos cuando nos proponemos un cambio radical en nuestras vidas.
Yo podía entender este temor (porque en mi vida también tuve que cambiar radicalmente de rumbo), y estar de acuerdo o no con su decisión, pero era la suya y la respetaba. En realidad le estaba profundamente agradecida que hubiese compartido conmigo (con una extraña), la que posiblemente fuese la decisión más importante de su vida.

Poco a poco esos trayectos en tren fueron convirtiéndose en el mejor aprendizaje y compartí con él mis pensamientos y reflexiones más profundas (y creo que él lo hizo también conmigo).
En uno de nuestros viajes de regreso, me dijo que le faltaba aún algo por hacer, y era que todavía no se había podido desprender de los libros por los que sentía más aprecio, y sabía que debía hacerlo puesto que no se los podía llevar consigo. Así que me los quería regalar, si yo los aceptaba y así lo hice. Se trataba de los libros sobre los cuales habíamos tenido esas gratificantes conversaciones y me sentía emocionada al tenerlos. Aunque sabía que poco a poco yo también iba a tener que desapegarme de ellos.

Aún queda alguno en mis estanterías y, cada vez que los veo, esbozo una sonrisa y me acuerdo de él.
No he vuelto a tener noticias suyas y es probable que nunca nos volvamos a ver, pero espero que haya encontrado aquello que andaba buscando.......

! Gracias Enric por compartir conmigo esos enriquecedores trayectos en tren!


"El verdadero aprendizaje se encuentra donde menos te lo esperas"
 
 
Shira