El problema radica cuando nos alojamos en ella constantemente y nos convertimos en robots dentro de una rutina que nos proporciona seguridad.
Sin embargo la complacencia en esa situación hace que ya no intentemos hacer cosas nuevas por temor, dejadez, e incluso porque ya casi hemos olvidado quienes queríamos ser y todo aquello deseábamos hacer.
Cuando esto ocurre corremos el riesgo de estar viviendo en una cárcel sin darnos cuenta, de la cual nosotros mismos somos los carceleros.
Solemos quejarnos a menudo que nuestra vida se ha vuelto monótona, desdichada. Incluso lo intentamos justificar numerosas veces diciéndonos que es cosa de la edad, que con el paso del tiempo la vida, las relaciones, el trabajo y todo lo que nos rodea se convierte en rutina y que a eso se le llama madurez y aceptación.
Sin embargo existe una gran diferencia entre aceptar lo que nos depara la vida y el hecho de no hacer nada por cambiar lo que no nos hace felices.
Cuando somos niños esta zona de confort no existe, siempre estamos aprendiendo y avanzando.
El problema radica en el momento en el que dejamos de progresar en nuestras vidas, y con ello no me refiero a estar constantemente en movimiento o tener éxito, sino en vivir la vida experimentándola cada segundo sin pensar que ya no nos puede aportar nada.
¿Seguro que ya no nos puede aportar nada?, ¿o eso se trata de una excusa para no salir de nuestra zona de confort ya que al hacerlo se podrían producir cambios a los que tememos?.
Si te encuentras en esta situación y realmente estas dispuesto a abrir la puerta de esa prisión autoimpuesta y ver que pasa, te propongo hacer estos 4 pasos sencillos en tu día a día y ¿quién sabe?, tal vez la vida no sea tan gris y empiece a parecerte de nuevo interesante.
PASOS:
1) Aprender algo nuevo: Puede ser cualquier cosa que te llame la atención y que siempre quisiste hacer, o ahora te parezca interesante.
Para no estancarse nuestro cerebro necesita hacer nuevas conexiones neuronales y salir de la rutina.
2) Hacer las cosas de manera distinta: Cuando estamos en nuestra zona de seguridad siempre lo hacemos todo igual y por lo tanto ya no prestamos atención al presente. Todo se convierte en rutina.
Empezaremos con cosas pequeñas ya desde el momento de levantarnos de la cama. Por ejemplo, si solemos ducharnos antes de lavarnos los dientes lo haremos al revés, esto hará que estemos atentos al cambio. En el desayuno intentaremos hacer pequeños ajustes que nos obliguen a pensar que queremos y que estamos haciendo. Al salir de casa procuraremos variar un poco nuestra ruta para ir al trabajo (aunque sólo sea una calle), eso de nuevo nos hará pensar en lo que hacemos y estar atentos. Podemos hacer todos los pequeños cambios que se nos ocurra a lo largo del día.
3) Buscar espacios nuevos: Cambiar de bar al que vamos a tomar un café (o al menos no sentarnos siempre en el mismo lugar), quedar con otras personas en lugares diferentes a los habituales, variar nuestros lugares de vacaciones (no ir siempre a los mismos sitios aunque así evitemos sorpresas)
4) Conocer gente nueva en nuestra vida: Cosa que nos obligará a salir de nuestra zona de confort e interactuar con personas desconocidas. Puede ser consecuencia de haber cumplido los tres puntos anteriores como conocer gente en un curso, al variar nuestra ruta la trabajo o por el hecho de buscar espacios nuevos.
"No digas imposible. Dí que no lo has hecho todavía"
(Proverbio Japonés)